El Puente de Mostar, llamado Stari Most (Puente Viejo en bosnio) es considerado el símbolo de unidad entre Oriente y Occidente. Lejos de servir únicamente como pasarela que cruza el río Neretva, es también el símbolo de unión entre los cristianos y musulmanes que conviven en Mostar desde hace siglos. Desafortunadamente, el estallido de la guerra en la antigua Yugoslavia en los años 90 cambió el destino de este singular puente. El Puente Viejo de Mostar, que ahora luce su mejor cara, fue derribado en el año 1993, y tuvo que ser totalmente reconstruido posteriormente. Aunque no nos adelantemos y vayamos por partes...
El Stari Most está ubicado en pleno corazón de la ciudad de Mostar, la quinta ciudad más grande de Bosnia-Herzegovina, y la más importante del sur del país. Debido a su proximidad con Croacia es una de las ciudades más visitadas de todo país. Está rodeada por el río Neretva y la colina Hum, y destaca por ser una ciudad multiétnica con siglos de historia a sus espaldas.
El Puente Viejo de Mostar es el punto de interés turístico más atractivo de la ciudad. Con casi 30 metros de longitud, 4 metros de anchura y más de 4 siglos de historia, el puente puede presumir, desde el punto de vista ingenieril, de haber sido uno de los puentes más destacados de su época. El puente de piedra fue creado por los otomanos en el año 1566, y un siglo más tarde se incluyeron las dos torres, la Torre Halebija y la Torre Tara, que lo flanquean. El puente se caracterizó durante toda su historia por ser el nexo de unión entre las dos orillas en las que queda separada la ciudad tras el paso del río, y de las dos principales culturas que conviven en la ciudad.
Al oeste del río se encuentran en su mayoría los croatas católicos, mientras que al este habitan los bosnios musulmanes. Esta división no impidió que la ciudad conviviese siempre en un ambiente idílico en el que incluso llegaron a existir matrimonios mixtos entre católicos y musulmanes. Sin duda, el Puente de Mostar era el símbolo histórico de la ciudad, todo un ejemplo de convivencia étnica.
Cuando estalló el conflicto bélico de los Balcanes a principios de los 90, musulmanes y católicos unieron sus fuerzas para derribar a los imponentes serbios, pero una vez expulsados éstos comenzó la guerra civil entre ellos por el poder de la ciudad. Durante la Guerra de Bosnia, la ciudad de Mostar quedó completamente avasallada por las bombas, pero el puente, que no tenía ningún fin estratégico, seguía manteniéndose en pie, contrastando con el resto de la ciudad en ruinas.
 Pero la mañana del 9 de Noviembre de 1993 el Puente de Mostar pasó a la historia al ser volado por la artillería croata. El puente quedó totalmente destruido y, junto a él, la buena convivencia entre católicos y musulmanes. Cuando se derrumbó el puente, parecía que la ciudad llorara sangre, enrojeciendo las aguas del río Neretva. Años más tarde, se descubrió que el mortero que sirvió para la construcción del puente tenía un componente marrón rojizo, que tiñó de rojo las aguas del río.
Una vez finalizada la guerra en el año 1995 comenzaron las labores de reconstrucción del puente. Un trabajo muy minucioso realizado bajo la supervisión de la UNESCO. En el año 2004, el puente fue inaugurado de nuevo, y un año más tarde se le consideró Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, junto con el casco antiguo de la ciudad.
Hoy en día, dando un paseo por la ciudad puedes ver alguna piedra grabada con la frase "Don´t forget 93" evocando el trágico año que marcó la historia de Mostar. Si nos alejamos un poco del centro de la ciudad, todavía son visibles los signos que dejó la guerra de Bosnia en las fachadas de los edificios, muchos de ellos están aún en ruinas o marcados por los impactos de las balas. El Puente Viejo sigue siendo el icono de la ciudad, pero la reconstrucción del mismo no ha servido para curar la brecha aún existente en Mostar. Aún persisten, casi 20 años después, las secuelas del odio que dejó la guerra.
Esperemos que el espíritu de Mostar, vivo a través de su puente, pueda ser recordado en otras tierras que viven hoy tiempos tumultuosos. Un gran país con tanto que ofrecer cómo Ucrania está en una situación muy delicada, y palabras que evocan a la guerra se hacen eco. Ojalá aquellos dirigentes que juegan con las vidas de las personas, de uno y otro bando, recapaciten y tiendan un diálogo de paz antes de que se vuelva a llorar sangre. Esperemos qué no olviden y que no vuelva a suceder lo que pasó en el año 93 en Mostar.
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